Muchos de estos cuentos, tienen su origen en el medievo, cuando los juglares iban de pueblo en pueblo entreteniendo a las gentes. Otras leyendas nos relatan orígenes mitológicos como en el caso de los Pirineos...
Las montañas, seres mágicos, algo más que una mole de roca puesta ahí por la mano de quién sabe quién.
El hombre y la naturaleza, la naturaleza y el hombre, binomio generador de infinitas historias y leyendas, como estas que os presento en este video que he encontrado para vosotros, que mezcla leyenda e historia con una dosis de de de misterios...
La leyenda o la realidad...quién sabe..
Os dejo este enlace del video...es interesante ymisterioso como siempre.
EL
FUEGO EN ARAGÓN
En algunos lugares de Aragón las hogueras o xeras se encienden al raso, al igual que en la Sanchuanada. El fuego de la tierra anima al fuego celestial a volver a brillar, a encenderse de nuevo tras el solsticio. La luz en la calle servirá también para mantener alejados a los seres malignos que esta noche andan cerca, como luego veremos. El fuego más tradicional, sin embargo, se enciende dentro de la casa, en el fogaril. Y no sirve cualquier madera. Un antiquísimo culto a la Naturaleza pervive en esta costumbre. Hay que elegir un tronco especial, el de un árbol fuerte y longevo, pedir permiso y perdón al espíritu que habita en su interior antes de talarlo, y luego llevarlo hasta el fogaril. Es el rito de la Tronca o del Tizón. Prueba de su importancia en todo el territorio aragonés es la diversidad de nombres que recibe: tronca, tizón, tió, troncada, toza, tronc, choca, zoca, pullizo, rabasa, corniza, cabirón...
El fuego en el centro del hogar, reunida toda la familia en torno a él, un lugar mágico que conecta con el mundo de las almas, de las almetas. Los espíritus de familiares fallecidos se guiarán por el resplandor para volver esta noche a la Casa. La protegerán con su presencia fantasmal, y garantizarán su continuidad. A los espíritus hay que dejarles ofrendas, se les pone en la mesa comida, sobre todo, alubias. Esta costumbre de las donaciones a los antepasados es la que posiblemente evolucionó a través de los siglos a la de los regalos de Navidad.
Y la tronca, ¿sólo había que quemarla en el hogar? No, por supuesto, algo tan importante exige un ritual ancestral, repetido a lo largo de los siglos, y oficiado por algún miembro especial de la Casa. El fuego de Navidad aseguraba la continuidad de la Casa, garantizada por la presencia de los difuntos. Por ello, los encargados del ritual eran el varón más anciano o el más pequeño de la familia. Antes de quemar la Tronca había que bendecirla. Con la bendición y el encendido terminaba la ceremonia en el Pirineo y prepirineo occidental. El oriental y algunas otras zonas de Aragón incluían las baradas para que cagara la Tronca. Había fórmulas para uno y otro caso. Para bendecirla, una oración tipo sería:
"Buen varón, buena brasa;
buen Tizón, buena Casa;
Dios bendiga al amo y a la dueña de esta casa,y a los que en ella son".
Mientras el crío o el biello recitan las palabras ceremoniales, vierten el vino del porrón sobre la Tronca haciendo una cruz. Se puede bendecir además con las migas de una torta.
Cuando la Tronca tiene que cagar golosinas para los niños, estos deben darle baradas, golpes con las varas, una vez mojadas en agua o rebozadas en ceniza. La cancioncilla infantil es más larga que la bendición y admite más variantes, pero los versos más comunes son:
"Tronca de Nadal
Caga turrons y pixa vi blanc"
Algunos pueblos combinan las dos modalidades rituales, bendiciendo y golpeando al Tizón:
"Cabirón, cabirón
¡Caga turrón!".
El fuego en el centro del hogar, reunida toda la familia en torno a él, un lugar mágico que conecta con el mundo de las almas, de las almetas. Los espíritus de familiares fallecidos se guiarán por el resplandor para volver esta noche a la Casa. La protegerán con su presencia fantasmal, y garantizarán su continuidad. A los espíritus hay que dejarles ofrendas, se les pone en la mesa comida, sobre todo, alubias. Esta costumbre de las donaciones a los antepasados es la que posiblemente evolucionó a través de los siglos a la de los regalos de Navidad.
Y la tronca, ¿sólo había que quemarla en el hogar? No, por supuesto, algo tan importante exige un ritual ancestral, repetido a lo largo de los siglos, y oficiado por algún miembro especial de la Casa. El fuego de Navidad aseguraba la continuidad de la Casa, garantizada por la presencia de los difuntos. Por ello, los encargados del ritual eran el varón más anciano o el más pequeño de la familia. Antes de quemar la Tronca había que bendecirla. Con la bendición y el encendido terminaba la ceremonia en el Pirineo y prepirineo occidental. El oriental y algunas otras zonas de Aragón incluían las baradas para que cagara la Tronca. Había fórmulas para uno y otro caso. Para bendecirla, una oración tipo sería:
"Buen varón, buena brasa;
buen Tizón, buena Casa;
Dios bendiga al amo y a la dueña de esta casa,y a los que en ella son".
Mientras el crío o el biello recitan las palabras ceremoniales, vierten el vino del porrón sobre la Tronca haciendo una cruz. Se puede bendecir además con las migas de una torta.
Cuando la Tronca tiene que cagar golosinas para los niños, estos deben darle baradas, golpes con las varas, una vez mojadas en agua o rebozadas en ceniza. La cancioncilla infantil es más larga que la bendición y admite más variantes, pero los versos más comunes son:
"Tronca de Nadal
Caga turrons y pixa vi blanc"
Algunos pueblos combinan las dos modalidades rituales, bendiciendo y golpeando al Tizón:
"Cabirón, cabirón
¡Caga turrón!".
Con la Tronca bendita se prende el fuego sagrado, comenzando por un extremo, y haciéndolo durar el mayor tiempo posible, variable según las zonas. El poder sobrenatural de la Tronca se transmite a las cenizas. Con ellas se garantiza una fértil siembra si acompaña a las semillas, se mezcla con el fiemo para fertilizante, sirve contra las plagas de los campos y como emplaste sanador de las heridas del ganado. La ropa más blanca es la que se lava con esas cenizas, dicen las ancianas. Además, un trozo de la Tronca no quemado, una tozeta, es talismán protector de entradas a la casa y a las mallatas, y defensor contra las tormentas.
Declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2015.
Estas fiestas se celebran en torno a la noche de San Juan para celebrar el solsticio de verano, aunque en algunas ocasiones también en otras festividades, y sus orígenes podrían remontarse, según los expertos, a épocas precristianas vinculadas a ritos relacionados con los ritos solares y la purificación de las almas.
Se conocen tradicionalmente como "Fallas del Pirineo" y reflejan la regeneración cíclica de los lazos familiares y sociales mientras promueven la cultura del voluntariado, la solidaridad y la continuidad. La declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO supone un reconocimiento para todas las generaciones que a lo largo de los años han bajado sus fallas manteneniendo esta tradición.
Los vecinos, según la tradición, encienden una hoguera en un punto próximo al pueblo y con grandes antorchas, denominadas "fallas",formadas por un palo de avellano con trozos de tea atados en la punta, bajan hacia sus poblaciones definiendo una serpiente de fuego por el camino.
Se considera que las fiestas del fuego constituyen una ocasión para regenerar los vínculos sociales y fortalecer los sentimientos de pertenencia, identidad y continuidad de las comunidades, de ahí que su celebración vaya acompañada de comidas colectivas y cantos y bailes folclóricos.
Estas expresiones culturales están profundamente arraigadas en las comunidades y se perpetúan gracias a una red de asociaciones e instituciones locales. El lugar de transmisión más importante de este elemento del patrimonio cultural inmaterial es el hogar familiar, donde sus miembros lo conservan vivo en la memoria.
Esta manifestación cultural es única del Pirineo y se conserva en poblaciones de Aragón, concretamente en las comarcas de Sobrarbe y Ribagorza, Cataluña, Francia y Andorra ubicados en la MÁGICA CORDILLERA PIRENÁICA.
FIESTAS
DEL FUEGO DE LOS
PIRINEOS
Estas fiestas se celebran en torno a la noche de San Juan para celebrar el solsticio de verano, aunque en algunas ocasiones también en otras festividades, y sus orígenes podrían remontarse, según los expertos, a épocas precristianas vinculadas a ritos relacionados con los ritos solares y la purificación de las almas.
Se conocen tradicionalmente como "Fallas del Pirineo" y reflejan la regeneración cíclica de los lazos familiares y sociales mientras promueven la cultura del voluntariado, la solidaridad y la continuidad. La declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO supone un reconocimiento para todas las generaciones que a lo largo de los años han bajado sus fallas manteneniendo esta tradición.
Los vecinos, según la tradición, encienden una hoguera en un punto próximo al pueblo y con grandes antorchas, denominadas "fallas",formadas por un palo de avellano con trozos de tea atados en la punta, bajan hacia sus poblaciones definiendo una serpiente de fuego por el camino.
Se considera que las fiestas del fuego constituyen una ocasión para regenerar los vínculos sociales y fortalecer los sentimientos de pertenencia, identidad y continuidad de las comunidades, de ahí que su celebración vaya acompañada de comidas colectivas y cantos y bailes folclóricos.
Estas expresiones culturales están profundamente arraigadas en las comunidades y se perpetúan gracias a una red de asociaciones e instituciones locales. El lugar de transmisión más importante de este elemento del patrimonio cultural inmaterial es el hogar familiar, donde sus miembros lo conservan vivo en la memoria.
Esta manifestación cultural es única del Pirineo y se conserva en poblaciones de Aragón, concretamente en las comarcas de Sobrarbe y Ribagorza, Cataluña, Francia y Andorra ubicados en la MÁGICA CORDILLERA PIRENÁICA.
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